lunes, 29 de abril de 2013

Conversaciones con el espejo

A ti.

Sí, a ti.

Al que se sienta frente a la ventana con un cigarro entre los dedos observando cómo el humo trepa hacia el techo desafiando a la caída del sol.
Al que mira, mientras espera, el movimiento cíclico e incesante de las manecillas del reloj.
Al que se pierde entre pensamientos durante las horas de trabajo y al terminar vuelve a la cruda realidad, rodeado de gente que simplemente camina.  Camina por aquí, camina por allá, hacia todas partes y a ningún lugar.
Al que se mete la mano en el bolsillo esperando algo que encontrar y al sacarla no hay más que esperanza mezclada con migajas de pan.

Sí, a ti.

Al que el sol maltrata la piel y el sudor baña sus sueños deshaciéndolos como el agua sobre el papel.
Al que cierra los ojos por la noche esperando haber estado dormido todos estos años creyendo estar despierto.
Al que alza la voz entre la gente, pero nadie escucha, nadie oye, nadie entiende.  
Al que calla, observa, escucha y aprende.
Al que sabe que la victoria sólo llega si sabes ser paciente.
Al que aprendió que la vida son dos días y el primero está llegando a su final.
Al que reconoce que el tiempo es el único juez que pone cada cosa en su lugar, sentenciando a todos y cada uno sin miramientos, sin piedad.

Sí, a ti.

Al que lleva tatuadas en su alma lágrimas por haber amado. El mismo al que un día aquella princesa por la cual luchó, fue a su vez un fiero dragón.
Al que trataron de loco, de embustero e impostor.
A aquél que ha perdido el rumbo de sus pasos. Debe saber que no está atado, que es libre. Que no tiene ningún destino fijado.
Al que encuentra en la botella a su amigo más amado y al que la nieve más fría no le llega por el invierno más cerrado.
Al que la primavera la sangre ya no altera, y al que hasta el caramelo más dulce le sabe amargo y no le calma la sangre ni el más cálido de los abrazos.

Sí, a ti…

A ti, que escuchas mis palabras, querido amigo.
Que no somos tan diferentes al fin y al cabo.
Que tu mirada me dice que recorriste largo camino, que te cruzaste con piedras, charcos y algún que otro enemigo.
Que entablaste batallas de las que saliste malherido, espada oxidada y corazón de piedra partido.
Pero el dolor no mata, te hace más fuerte, querido amigo.

Así que a ti, sí, a ti, te dedico estas palabras.
Dónde quiera que te encuentres.
Sin importar horizontes, ni barreras, ni distancias.
Sin importar quién seas realmente, porque sé que me basta con sentir que estás presente.
A ti, querido amigo, sigue avanzando, paso a paso, sonriente.
Recuerda que la lluvia, nunca cae eternamente.


miércoles, 24 de abril de 2013

Con la cabeza en las nubes


Soy un hombre de las nubes.
De tan alto mundo vengo,
que mi mente en las alturas queda
mientras el cuerpo en tierra mantengo.

El cuerpo, mi coraza.
Una armadura temporal
desgastada por el tiempo.
Es un reflejo a liberar.

Mas yo vivo al otro lado,
lejos de la humanidad.
Si miras hacia arriba
tras las nubes suelo estar.

Sobre el viento cabalgando,
lanzando ideas al cielo.
Las coloco una a una
Cual estrella en firmamento.

Vuelo al sol sin miedo alguno
de quemarme con su aliento,
pues su luz hace de guía
mientras calma mi tormento.

Y en las noches de tinieblas
es Selene quien me acuna.
Bella reina de los cielos.
Ella vence mi amargura.

Y mientras mis pies me llevan
sobre un mundo terrenal,
paso a paso en un camino
hacia irremediable final.

Mi alma y mi pensamiento
no se dejarán atar
en esta tierra en que caído,
bajo este ser material.

Seguiré soñando despierto.
Seguiré soñando hasta el fin.
Seguiré soñando que vivo.
Que vivir sin soñar es morir. 


domingo, 21 de abril de 2013

Memorias de una mañana cualquiera


Esta mañana abrí los ojos justo después de que el despertador que se encuentra encima de la mesita de noche se pusiera a berrear y a soltar pitidos a las seis y media de la mañana. El esfuerzo que mis párpados han tenido que hacer para poder levantarse no se puede comparar ni con la fuerza que hacen esas moles con piernas que adoptan posturas extrañas delante de un jurado. Sí, sí, eso que llaman ‘Culturismo’ (cultural desde luego…no me parece. Pero vete tú a saber). Tras conseguir abrir los ojos y enfocar la mirada (ardua tarea para mi cerebro), comencé a pensar que sería buena idea destaparme y salir de debajo de aquel batallón de sábana, manta y edredón que irremediablemente ganaban siempre la batalla al caer la noche y, cómo no, durante algunas horas del día. Claro que del pensamiento a la acción hay un largo camino. ‘Cinco minutos más…’ me repetía incesantemente la querida voz de mi pensamiento. Menos mal que para cuando quise cerrar de nuevo los ojos y dejarme envolver por los brazos de Morfeo, el despertador se encargó de que fuera imposible hacerlo. En serio, si pudierais oír esos pitidos infernales os aseguro que sabríais a qué me refiero con ‘imposible’. Y si no, decídselo a mis vecinos (recuerdo una vez que cometí el despiste de dejar el despertador en marcha una vez hube salido de casa. Cuando volví me encontré con una nota en la puerta con las quejas de mis queridos vecinos).

Me destapé con un rápido movimiento, una agilidad impropia de tan temprana hora de la mañana, estiré el brazo para apagar aquél monstruoso aparato eléctrico lanzaberridos y, al fin, me levanté. ‘No ha sido para tanto’, pensé.

Fui directamente al baño a darme una ducha con agua caliente para empezar a poner a tono el cuerpo. Al entrar dentro del aseo, una cara pálida, con los ojos entrecerrados, pelo desmarañado y expresión zombificada (no encontraría mejor adjetivo para definirla) me saludó con la mirada desde el otro lado. Los espejos no sacaban el mejor lado de mí, y menos aún a primeras horas de la mañana. Me desvestí, abrí la mampara y dejé que cayera el chorro de agua caliente sobre mi cabeza. Mientras el agua caía sobre mi rostro y el vapor subía hacia lo más alto, mis pensamientos comenzaron a querer irse junto a éste, al igual que mis párpados querían seguir la dirección descendente del agua, capricho que no les pude negar.

Pensé en cómo suponía que iba a ser mi día: saldría de casa y tomaría el bus para dirigirme a la oficina. Llegaría y después de sentarme tras mi escritorio Jorge me pasaría todo el papeleo de informes a rellenar y así transcurrirían diez preciadas horas de mi vida. Con la vista perdida entre papeles, con el tiempo justo para apenas comer o salir a fumarme un cigarro y recibiendo o realizando llamadas a clientes de la empresa con la finalidad de asegurar un contrato. Si ahora viniera desde el pasado a visitarme mi yo de siete años, seguramente me odiaría por estar trabajando en un puesto así. Aunque bueno…mi yo de siete años en aquél entonces quería ser bombero, astronauta, superhéroe…ya sabéis, esas cosas que a todos los niños nos gustaría ser de mayores y que, a día de hoy, ni si quiera las dejaría como opción al aburrimiento (¿aburrimiento? ¿Tengo tiempo para algo así?). La verdad es que volar nunca se me dio bien. Creo que debería intentarlo más a menudo.

Salí de la ducha y me envolví en la toalla. Miré hacia el espejo. Mi cara mejoraba por momentos. Volví a la habitación, abrí el armario y paseé la mirada entre las camisas debatiendo mentalmente cuál sería la elección de hoy. Opté por una camisa azul grisácea. Debo admitir que era una de mis favoritas, con sus botones azulados un tanto más oscuros que el tono de la tela. Tela gris como el cielo de aquella mañana. Sí, definitivamente era la correcta.

Ya vestido me dirigí hacia la cocina, encendí la cafetera y esperé a que el botón se volviera de color verde indicando que el café estaba listo para ser servido. Pulsé el botón. Un chorrito de café espumoso caía hacia la taza que se encontraba colocada en la cafetera elevando un aroma que llegaba perfectamente a mis fosas nasales. Aroma que consiguió definitivamente poner mis sentidos activos. Podrían quitarme muchas cosas del desayuno, pero el café es algo que no podría permitir estar ausente en el menú matutino. Disfruté todo lo que pude de cada sorbo, pues el hecho de mirar al reloj y darme cuenta de que había perdido demasiado tiempo sumido en pensamientos nada productivos para aquella mañana me obligó a beberme el café más deprisa de lo que me hubiera gustado.

Llaves en el bolsillo. Móvil encendido a la espera de llamadas. Última mirada al espejo y sonrisa enfundada. Sonrisa que debía enmascarar cualquier otro tipo de emoción en toda la jornada. Apagué las luces y cerré la puerta tras de mí con un portazo. 

Sumemos un día más.



martes, 9 de abril de 2013

Pinto colores

Debo admitir que últimamente estaba escribiendo con tonos muy oscuros. Cada vez más, cosa que al final me empezaba a preocupar un poco. Así que no sé muy bien cómo, he comenzado a pensar y a darle vueltas al asunto para finalmente acabar encontrando un poquito de claridad en mi mente. Un poquito de esa alegría y esperanza que a veces cuesta sacar a relucir, pero que debería brillar todos los días y más las noches para que la oscuridad no nos engañe y envuelva (a veces resulta demasiado persuasiva). Esta alegría me ha venido a la mente en forma de Plastidecor. Sí, de colores con los que pintábamos la mayoría cuando éramos pequeños y, no sé,  de alguna manera me he imaginado pintando todo aquello que me entristece de colores, pero también todo aquello que consigue sonsacarme una sonrisa. Sacando el mejor lado de las cosas, tanto buenas como malas y aprendiendo a pintar el camino a tu gusto...

Pinto colores

Me dedico a pintar colores
allá por dónde mis pasos dibujen un camino.
Pinto colores de sonrisas,
pero también de lágrimas y olvido.

Pinto colores de amplia variedad:
Colores de alegría, de euforia y soledad.
Colores de recuerdos, de canciones y de paz,
de dormirnos abrazados y escuchar tu respirar.

Pinto colores oscuros
en tus pupilas cuando no miras;
Pinto colores claros,
cuando la risa me ilumina.

Pinto colores en aire, fuego, tierra y mar,
mas aún así me parece que
los cuatro elementos son pocos
para tanto que debo pintar.

Pinto colores  de ilusión, simpatía y amabilidad.
Pinto colores mezclados a base de bondad.
Pinto colores que sólo contengan verdad.

Que la mentira no es pintura.
Que tan solo lleva maldad.
Y la maldad no pinta nada,
no pinta nada la oscuridad.



lunes, 8 de abril de 2013

La bestia

Viene a visitarme todas las noches, cuando cierro los ojos e intento dormir. Se acomoda en mi cabeza y se niega a salir hasta que el primer rayo de sol asoma por el horizonte y atraviesa mi ventana disfrazado de esperanza. Esperanza que siempre acaba cuando se inicia el reinado de la luna y vuelve a mí otra vez. Noches de desvelo sumido en pensamientos que conquistan la isla de mi mente y no puedo defenderme ni contraatacar para evitarlo. Flotas de pesadillas que abordan cada orilla de mí. Gran estratega que consigue acabar conmigo día tras día, poco a poco, y si miro de reojo puedo ver su sonrisa asomar con  un tono de sarcasmo que hace relucir mi rabia interior. Las sombras me arropan y acaban formando parte de mi piel y sé que, noche tras noche, la bestia de apropia cada vez más de mí mismo y dentro de poco acabaré sucumbiendo a ella, transformándome finalmente en el monstruo que ahora mismo me devora. Pero, ¿quién sabe? Quizás haya llegado el momento de dejarse dominar por él. Quizás sea la fuerza que necesito para poder salir vivo de esta batalla. Quizás...pero por ahora, no pienso pararme a averiguarlo.

viernes, 5 de abril de 2013

Yo soy caballero de chubasquero

...¿y dices que vivo bajo una armadura? Creo que te equivocas. La armadura recibe golpes, se daña y se desgasta con el paso del tiempo. Corre el riesgo de romperse. En cambio, yo, vivo enfundado en un chubasquero, sobre el cual, todo resbala. Es así como logro llegar al final de cada día.

jueves, 4 de abril de 2013

Cuestiones a la nada

Dulce oscuridad, 
que me atrapa y me condena
arañando con tus garras
cada trozo de mi alma en soledad.

Dulce manto sombrío,
¿cuánto tiempo más a tu lado
necesito para darme cuenta
de que la vida no es más;
que sin ti no existo?

Y dime, 
¿cuántas lágrimas secas al aire
han de derramar mis ojos
para darte a conocer que mi mundo
ha sido destruido bajo el peso de tu olvido?

¿Cuántas palabras cegadas 
han de quedar en mi boca?
Pues cuando en tu presencia caigo
ni en mi existencia confío.

¿Cuántas heridas me bastan
para dejar de sangrar?
Pues tus mordiscos de rabia
en mi armadura de indiferencia dañada
tras todo este tiempo no acordaron tregua alguna.

Y, ¿cuántos suspiros me quedan por dar?
Porque mis fuerzas, y con ello,
mi fe y mi voluntad, 
empezaron ya  a perderse, 
terminando por ahogarse
en ese mar que al olvido llaman.
Seguramente en breves, dejaré de respirar. 


martes, 2 de abril de 2013

Cómo tallar madera -o lo que cada uno quiera entender-.


          Empezaremos por coger el trozo de madera que vayamos a tallar. Un trozo de madera que se nos ha asignado a cada uno con este fin. Sólo tenemos este trozo de madera, no tendremos ni uno más. Usando una navaja bien afilada vamos redondeando los bordes, recorriendo toda su superficie con suavidad pero firmemente, dejando que la hoja de la cuchilla se desplace cortando con todo lo que en su paso se cruce, teniendo cuidado de quitar cada astilla que encontremos en el camino para no clavárnosla en la mano. Seguramente a alguna no le prestemos atención y acabe atravesando nuestra piel. Si esto llegara a suceder, basta con retirar la astilla clavada, lavar bien la zona afectada para desinfectarla y ella misma cicatrizará con el tiempo. Seguimos dándole la forma a nuestro trocito de madera. Cuando hayamos obtenido la forma deseada (cosa que nos llevará nuestro tiempo, a unos más que a otros) pasaremos a darle los detalles más puntuales. Pequeños detalles que harán que nos sintamos completamente satisfechos con nosotros mismos al contemplar la figura creada. Terminamos de retirar las astillas que hayamos podido pasar por alto y pasamos a limar la pieza para eliminar todas las impurezas y que quede lo más lisa posible. Lo más seguro es que hayamos quedado un poco accidentados en este trabajo por las heridas de las astillas y el roce con la madera continuo y puede que las manos queden un poco dañadas. Es importante hidratarlas bien. Para cuando se recuperen, estarán fortalecidas. 
Tal vez puedan ahora con la piedra.   

lunes, 1 de abril de 2013

Presentación - La Dama


Supongo que con esta entrada debería presentarme y hacer una breve introducción a lo que viene a ser el blog, cosa que, debo admitir, nunca se me dio especialmente bien. Bueno, soy un chico de 21 años que por motivos personales vuelve a encontrarse de nuevo con la lectura y el gusto por escribir. Hacía tiempo que no volvía al mundo de las letras. Por alguna extraña razón no podía escribir ante el folio en blanco, y tampoco encontraba la motivación necesaria. Ahora vuelve a surgir. 
Volviendo un poco al contenido del blog, pretendo escribir experiencias, pensamientos, relatos cortos y poesía. No considero que aquello que escribo esté hecho para satisfacer al lector...no completamente al menos. Podría decirse que escribo en cierto modo para mí, aunque me gustaría compartirlo con los demás. Es algo que siempre me ha ayudado a pensar, a expresar lo que siento aunque deba ser entre metáforas, fábulas e historias (la claridad es algo que estoy empezando a desarrollar ahora a la hora de decir las cosas). Espero que aquellos que encuentren, ya sea por casualidad, ya sea por otras vías, estos escritos, puedan sentirse en cierto modo conectados a ellos (a mí), y que, si de algún modo ayudan a guiar los pensamientos, o tal vez a perderlos-quién sabe-, con eso, quedaré satisfecho. Gracias.



LA DAMA

Le miro. Le miro mientras sus labios dibujan siluetas de palabras cuyo sonido no llego a percibir. Le miro y me devuelve la mirada. Mi respiración va perdiendo fuerza y suavemente va quedando en un leve suspiro a cada espiración. El brillo de sus ojos queda tatuado en mi pupila y la habitación no se queda más que en una sombra a mi alrededor únicamente formada por los latidos de mi corazón, que sospechaba no tardaría mucho en detenerse si seguía latiendo a aquél ritmo frenético. El tiempo se detiene mientras ella le desafía con su grácil movimiento y su manera de apartarse el pelo de encima de los hombros. Afortunados ellos que pueden notar su tacto día y noche, noche y día. Sigo perdido en su mirada, atendiendo a cada movimiento, a cada gesto, a su voz, que no a sus palabras. No soy capaz de centrar mi atención en enlazar dos de éstas juntas para formar una frase coherente. Ella cruza las piernas sentada y cambia de posición. Apoya la mano derecha sobre la mesa mientras con la izquierda sostiene su rostro y, mientras se aproxima ligeramente apoyando su peso sobre la mesa, su aroma llega fugazmente a mí, a cada resquicio de mi interior, una sola brisa es suficiente, e inevitablemente quedo intoxicado por esa dulce droga… me pregunto si todo esto no es fruto de un sueño, una ilusión, mi imaginación jugándome una mala pasada...sé que no puede ser irreal, pero siento que se acaba. Que ese momento llega a su final y no tengo el valor suficiente para mirar el reloj y apartar mi estrecha vigilancia de su presencia por si cuando vuelva a levantar la mirada ella ya no se encuentra allí y desaparece. Pero la lógica, con su gran peso y maldad, me habla y sé que por mucho que intente mantenerla allí presente, el tiempo no se ha parado, ni la Tierra ha dejado de girar, y que de un momento a otro la puerta se abrirá, me levantaré de la silla, me despediré de aquella dama que desafía las leyes físicas de mi realidad y, con una sonrisa que oculte mi verdadero pesar a la despedida, dejaré cerrada una puerta tras de mí que, quizás, no vuelva a abrirse nunca más.