domingo, 25 de agosto de 2013

Alas en la oscuridad

Corría. Corría todo lo que las piernas le permitían. Sentía desgarrarse los músculos y el fuego en los pulmones con cada bocanada de aire que intentaba coger. Pero seguía percibiendo el aliento de la bestia en la nuca y sabía que necesitaría mucho más para poder escapar de aquello. Se trasladaba a través de la penumbra de aquél bosque, rezando desde sus más profundos adentros para que la luz de la luna le permitiera visualizar y esquivar los obstáculos pero fuera la justa como para que la bestia le perdiera de vista…aunque en el fondo sabía que esa última opción no era posible. Su olfato le guiaba hacia él. Olía su miedo, su angustia. La lucha interna por sobrevivir. La adrenalina recorriendo sus venas, los jadeos debidos al esfuerzo por respirar. El sudor resbalando por su frente y cayendo sobre la tierra húmeda. El ritmo de su corazón, que estaba a punto de explotar a través de la caja torácica intentando retener todo el oxígeno que le fuera posible alargando brazos invisibles hacia el cielo. No tenía escapatoria y sin embargo continuaba luchando. Hasta el último aliento.

Saltó un pequeño tronco que atravesaba el camino que recorría y le dio el tiempo suficiente para detenerse al borde de un precipicio que se abría justo delante suyo otorgándole las vistas de la luna, dueña del cielo, brillante sobre todo el firmamento, y un gran vacío…varias ramas y piedrecillas cayeron hacia abajo al asomarse para echar un vistazo. No escuchó sonido alguno que indicara el final de aquel inmenso espacio. Se giró y esperó. La bestia no tardaría en encontrarlo. Entonces, nada podría salvarlo. Sabía que ni siquiera le escucharía llegar. Sólo le quedaba esperar…y desear que el tormento cesara lo más rápido posible.


Cuando el tiempo parecía haberse detenido, observó entre la oscuridad dos pequeños brillos que le observaban. Casi podía visualizar la sonrisa triunfal de la bestia. Las tinieblas acompañaban sus pasos y cuánto más cerca estaba, más avanzaban éstas hacia el borde del precipicio. Una brisa helada se apoderó del ambiente y en cuestión de segundos comenzó a notar como el aire se agotaba a su alrededor. Las sombras ya se encontraban a sus pies y notó como una mano se alargaba hacia su camisa rasgada para atraerle hacia el interior de la oscuridad. Sin apenas ser dueño de sus actos, levantó la vista, observando cómo las estrellas bailaban en el cielo, caprichosas y tan hermosas. Como hoja que cae del árbol, con la misma suavidad que le caracteriza,  cerró los ojos y dejó caer su cuerpo precipitándose hacia el vació. Sólo necesitaba dejarse llevar para aprender a volar. 


sábado, 24 de agosto de 2013

Mares de dudas

Tal vez algún día se miren a los ojos de nuevo, esperando encontrar a las mismas personas que dejaron atrás. Naden dentro de sus miradas buscando el sentimiento que quedó allí dentro al marchar. Tal vez el brillo en sus ojos vuelva a relucir tal y cómo lo hizo el último día. Tal vez la calidez vuelva embriagarles al saberse el uno frente al otro. Quizá el corazón tiemble de nuevo y se les olvide respirar como al tiempo ordenar a los segundos avanzar. Quizá reinen los silencios pues no sean necesarias las palabras entre ellos para poderse entender. ¿Qué importa el silencio? Quizá sea muy cómodo a su lado. Quizá su aroma vuelva hacer estremecer al alma bajo la piel que irremediablemente se deja guiar para iniciar una batalla al encontrarse con su adversario… pero el destino es caprichoso e incierto y tal vez encuentren que ya no son los mismos. Que tomaron caminos diferentes a los que empezaron. Que el brillo en sus ojos ya no luce cómo lo hubiera hecho antes y que las miradas no encuentren la manera de comprenderse siendo desviadas hacia lugares ajenos para no encontrar a la persona desconocida que ahora tienen al frente. Tal vez descubran que aquello que se movía en su interior ha desaparecido y que el mundo ya no gira en el mismo sentido que solía hacerlo. Que el tiempo sigue avanzando y que las pisadas que quedaron atrás ya se borraron…aunque...quizá…  


miércoles, 7 de agosto de 2013

Tres segundos

Dame tres segundos para razonar
si es el aire que respiro, o tu mirada,
o tus dedos dibujando las palabras
que tus labios sellados callan
lo que me está matando por dentro
y arrancando de mí toda esperanza y calma.

O, si por el contrario, es la locura que me llama
desde el fondo de mi ser
la que ya no puede silenciarse ni mantenerse quieta
y necesita por todo medio salir
de la cárcel que es mi mente.
 Del razonamiento que la ata dentro de mis ideas y mi cuerpo.

Dame tres segundos para volver a la realidad
y darme cuenta  de que marchaste hace tiempo.
Que es tu recuerdo el que me queda,
y sin embargo, me da la vida,
a la vez que es un verdugo
de mi existencia insostenida
sobre las horas que pasan bajo el tic tac de cada día.

Dame tres segundos,
y en tres segundos, te entregaré la vida.





jueves, 1 de agosto de 2013

Entre callejones, humo y pensamiento

      De nuevo esa dentellada. En su interior, ese desgarro nuevamente recorriéndole de arriba abajo como si de un puñal se tratara. Y… ¿qué le iba a hacer? Aún sabiendo que era eso precisamente lo que iba a suceder, volvía. Cada acción lleva su consecuencia, al fin y al cabo. Era dueño de sus actos. Podría evitarlo, tomar otro camino. Pero no lo hacía y seguía haciéndose sangre una y otra vez. Estúpido. Se lo repetía cientos de veces. Y sin embargo ahí seguía. Quizá se había acostumbrado tanto a aquella sensación que no quería abandonarla. Quizá…quizá simplemente era que era estúpido, sin más rodeos.

              ------------------------------------------------------------------------------

      
      Dio una calada al cigarro y contempló cómo iba consumiéndose al mismo tiempo que dejaba que el humo tomara libertad al salir de entre sus labios. Consumiéndose… al igual que él por dentro. Con el mismo fuego y lentitud. ‘Tal vez encuentre la libertad al final, como la halla el humo’, pensó. Cuánta palabrería se le pasaba por la cabeza en sus paseos nocturnos. Le agradaba pensar mientras caminaba. Dejar el pensamiento fluir al compás de la brisa que acariciaba su rostro. Dejar que las ideas se escampasen a medida que daba pasos hacia quién sabe dónde. Eran como notas musicales bailando en su cabeza. ¡Cuánta inspiración! ¡Las estrellas, la luna, el cielo apagado sin el reinado del sol! Y tal vez, la tinta de aquellas palabras era la sangre de las heridas que él mismo se provocaba. Claro…ahí estaba la solución al círculo vicioso que recorría una vez, y otra, y otra… Pensó que, si no fuera por esa sensación, no sentiría nada dentro de sí. ¿Vacío? Podría ser. Y sin darle más vueltas, volvió a su habitación para perderse entre las teclas de la máquina de escribir que, como casi todas las noches, le esperaba al término de sus salidas nocturnas para poder liberar ese trocito de su interior. Esa pequeña parte de él.