De nuevo esa dentellada. En su
interior, ese desgarro nuevamente recorriéndole de arriba abajo como si de un
puñal se tratara. Y… ¿qué le iba a hacer? Aún sabiendo que era eso precisamente
lo que iba a suceder, volvía. Cada acción lleva su consecuencia, al fin y al
cabo. Era dueño de sus actos. Podría evitarlo, tomar otro camino. Pero no lo
hacía y seguía haciéndose sangre una y otra vez. Estúpido. Se lo repetía
cientos de veces. Y sin embargo ahí seguía. Quizá se había acostumbrado tanto a
aquella sensación que no quería abandonarla. Quizá…quizá simplemente era que
era estúpido, sin más rodeos.
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Dio una calada al cigarro y
contempló cómo iba consumiéndose al mismo tiempo que dejaba que el humo tomara
libertad al salir de entre sus labios. Consumiéndose… al igual que él por
dentro. Con el mismo fuego y lentitud. ‘Tal vez encuentre la libertad al final,
como la halla el humo’, pensó. Cuánta palabrería se le pasaba por la cabeza en
sus paseos nocturnos. Le agradaba pensar mientras caminaba. Dejar el
pensamiento fluir al compás de la brisa que acariciaba su rostro. Dejar que las
ideas se escampasen a medida que daba pasos hacia quién sabe dónde. Eran como
notas musicales bailando en su cabeza. ¡Cuánta inspiración! ¡Las estrellas, la
luna, el cielo apagado sin el reinado del sol! Y tal vez, la tinta de aquellas
palabras era la sangre de las heridas que él mismo se provocaba. Claro…ahí
estaba la solución al círculo vicioso que recorría una vez, y otra, y otra…
Pensó que, si no fuera por esa sensación, no sentiría nada dentro de sí.
¿Vacío? Podría ser. Y sin darle más vueltas, volvió a su habitación para
perderse entre las teclas de la máquina de escribir que, como casi todas las
noches, le esperaba al término de sus salidas nocturnas para poder liberar ese
trocito de su interior. Esa pequeña parte de él.
Qué profundo y que bien escribes... Me encanta pri, tienes toda la razón, todo lo que creas, eres tú.
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