Para cuando quieres darte cuenta,
ya es demasiado tarde. Intentas deshacerte de las sensaciones y liberarte de
las cadenas, pero cuánto más luchas por conseguirlo, más fuerte se hace el
nudo. Tan fuerte que eres tú quién se acaba aferrando a tu ser y aproximándote
a la locura más y más a cada esfuerzo que realizas por luchar contra ti mismo.
Tan fuerte, que aprieta alrededor de tu cuello y acaba por dejarte sin aire.
Finalmente, ya no puedes más y te derrumbas. Caes de rodillas ante la obviedad
y has tenido que sangrar para darte cuenta de ello. Y, para cuando terminas por
aceptar que es de esa manera y no de otra, no puedes volver atrás. Y empiezan a
pasar los días y aprendes a vivir con ello. Y parece que la bestia se calma y
el dolor, aunque sigue ahí, se hace más llevadero. Sabes que si alguna vez
existe, esa oportunidad llegará, pero sin olvidarte de que es tu presente el que
ahora cuenta y que el futuro siempre está por determinar. Al fin y al cabo,
como un gran poeta dijo, ‘el mayor error del ser humano es intentar sacarse de
la cabeza aquello que no sale del corazón’. A veces, simplemente, no vale la
pena darse golpes a uno mismo.
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