Izquierda.
Derecha. Volvió a mirar hacia la izquierda una vez más. El mismo cruce de
caminos que anteriormente había sobrepasado. ¿O no? Todas las noches el mismo
laberinto. La misma historia. El mismo camino. El mismo sueño. La misma
pesadilla. Sabía que sólo era eso, un sueño. Pero la angustia que le acompañaba
por dentro era tan real como los latidos de su acelerado corazón en aquella
persecución laberíntica… ¿persecución? Tenía constantemente la certeza de que
le estaban persiguiendo aunque aún no había podido ver la cara de aquello que
intentaba darle caza. Aún así, la adrenalina recorría todo su cuerpo durante
todo el trayecto que realizaba. Miraba hacia atrás de vez en cuando esperando
ver al menos una sombra de su perseguidor. Pero nada. Ni siquiera sabía cómo
era el laberinto dónde se encontraba. No sabía dónde se encontraba la salida,
ni la entrada, ni el centro. Sólo altas paredes a ambos lados imponiendo la norma
de no detenerse. Paredes de hormigón que no dejaban dirigir la vista más allá
del camino que debía seguir. Decidió girar a la derecha. Intuición tal vez. Al
final igual daba el camino que eligiese, siempre acababa en algún cruce como
aquél dándole la impresión de que no hacía más que dar vueltas una y otra vez. Igual
daba seguir una pared constantemente. Parecía que el camino avanzaba junto a
sus pasos. Echó a correr mientras notaba como los pulmones se llenaban dentro
de su caja torácica quemándole por dentro. Las piernas no le daban para mucho
más, pero sentía que no debía detenerse. Giró a la izquierda. Una vez más a la
izquierda. Torció esta vez a la derecha. Y paró en seco. Aquello no le había
sucedido hasta entonces. Las paredes que hacían el camino se encontraban entre
ellas delante de él cerrándole el paso. Se aproximó al muro y lo tocó con la punta
de los dedos. Estaba frío. Oyó un susurro tras de sí. Esta vez no había
escapatoria. Deseó despertar de aquella pesadilla. Cerró los ojos fuertemente y
deseó que aquello terminara de una vez por todas, pero al volver a abrirlos
continuaba de pie frente a aquel muro de hormigón que no le dejaba pasar.
Lentamente fue dándose la vuelta mientras el sudor le caía por la nuca. El tiempo
parecía haberse detenido, aunque irónicamente, allí dentro, ¿cómo iba a saber a
qué ritmo pasaban las horas? Se giró completamente y observó aquello que tenía
frente a sí mismo. El sudor frío siguió recorriendo su cuerpo. Notó cómo se le
iba secando la boca y comenzó a sentir que las piernas le fallaban. Aquello que
estaba viendo no entraba para nada dentro de sus expectativas. Se encontraba
frente a sí mismo. Se miraron fijamente a los ojos durante unos segundos que
parecían eternos y su alter ego, si podía llamarse así, comenzó a avanzar
lentamente hacia él. ¿Qué podía hacer? Los latidos de su corazón comenzaron a
acelerarse de nuevo. Sintió la cabeza embotada y la vista comenzó a nublársele.
Se dio de nuevo la vuelta esperando que aquel muro que se levantaba antes
frente a él hubiera desaparecido permitiéndole escapar de allí, pero el
hormigón seguía en su sitio, firme, frío, cerrándole el paso, con la única
diferencia de que ahora había algo más, en vez de algo de menos. Un espejo se
alzaba frente a él. Se acercó a mirar más detenidamente, pero por mucho que
inspeccionaba no lograba verse la cara. El nudo que tenía en la garganta
comenzó a apretarse más hasta provocar que la sensación de ahogo se hiciera
casi insoportable. Gritó y con la fuerza que le otorgaba aquella desesperación
disparó el puño contra el cristal del espejo haciéndolo añicos. Gotas de sangre
salpicaron en la superficie y una mano se apoyó en su hombro de forma firme
obligándole a girarse.
Despertó.
Buen texto !
ResponderEliminarGracias por tu palabras en mi casa y sobre todo por estar
Mis cariños siempre agradecidos
Muchas gracias a ti! Uno siempre está encantado de poder seguir leyendo tus escritos :)
EliminarMis cariños y que tengas muy buen día!