La distancia entre los dos era insalvable. Un vacío infinito se abría entre ella y yo y daba igual cuánta carrerilla pudiera coger, acabaría entregándome a aquella oscuridad si se me ocurría saltar en algún momento. Negra y profunda.
Tampoco servía de nada gritar. Ella no podía oírme. O no quería oírme. Sabía que sin intentaba decirle algo simplemente haría como si nada hubiera escuchado, como si esa voz en el aire no existiera, y seguiría de espaldas al vacío que dominaba nuestra distancia. Distancia cada vez más acentuada por los pasos que ella daba y que yo no podía seguir. Aunque a decir verdad, creo que mis propios pasos poco a poco iban dirigiéndose en el sentido opuesto. No podía seguir mirando eternamente aquella brecha. No podía seguir esperando (¿esperando a qué?). Ella ni siquiera se había girado en algún momento para buscar mi mirada e intentar salvar ese vacío y crear un puente que nos permitiera cruzarlo. ¿Qué más daba ahora? Todos tendemos a idealizar a las personas y estaba claro que yo había caído en el error.
La distancia se hizo más grande.
En realidad no me importaba. No me malentendáis. Quiero decir que me gustaría encontrarme cara a cara con ese ''error''y conocerlo. Saber si realmente he caído en el error.
Me giré dándole la espalda al vacío y comencé a dar pasos. Estaba decidido. Si de verdad quería salvar aquella distancia, primero debía encontrar el modo de aprender a volar.
El que espera desespera. Nos pasamos la vida buscando a esa otra persona cuando ni siquiera nos hemos encontrado a nosotros mismos...
ResponderEliminarAdemás de verdad. Aunque a veces nos empeñamos en darnos cabezazos contra un muro que es casi imposible tumbar. La esencia del ser humano, supongo. Tan tonto a veces.
EliminarCuesta remontar el vuelo con las alas rotas, requiere tiempo curar pero siempre se logra
ResponderEliminarMis cariños,
Bien cierto lo que dices. De cada caída, además, siempre se aprende algo que recordar mientras se vuelven a abrir las alas.
EliminarUn abrazo Dulce Piel