Caminaba. Simplemente caminaba
sin saber exactamente hacia dónde conducir sus pasos. Dejaba que la brisa
nocturna y la luna reinante en el cielo le guiasen hacia un destino
desconocido. Caminaba notando la humedad en el rostro. Miraba hacia el cielo buscando
respuestas en las estrellas, pero no hallaba ninguna. Todas estaban posadas
allí, en las alturas, con un brillo burlón cobarde que acechaba desde lejos. No
sabía exactamente qué le sucedía, dónde quería ir a parar, lo único que podía
afirmar con certeza era que no quería volver a casa. No quería volver a
cubrirse bajo las sábanas frías que todas las noches envolvían su cuerpo y no
hacían más que enfriarle el alma. No quería cerrar los ojos y soñar otra vez.
Soñar…viajar a ese mundo paralelo como todas las noches para volverse a
encontrar con una realidad que existió, pero de la cual ya no quedaba nada. Una
realidad que ya nunca volvería a formar parte de su vida. Sonrisas y momentos
que en su tiempo hicieron que se estremeciese cada poro de su piel. Y ahora,
sólo podía sentirlo en la memoria. Fantasmas del pasado que todas las
madrugadas iban a visitarla para recordarle que ella no pudo lograrlo. Que ella
estaba destinada a vivir en aquél lugar atormentándose eternamente por no haber
traspasado la barrera. Atormentándose eternamente por no haber actuado a
tiempo. Por ser una cobarde. El sonido de los disparos aún retumbaba en su
corazón al son de sus latidos. Un corazón que ya no era más que escarcha y
soledad bañado en un charco de sangre. Y solo le quedaba caminar…caminar sin
ningún rumbo, hacia ningún lugar…caminar…
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