sábado, 9 de noviembre de 2013

Algo siniestro

Voy a escribir algo tan siniestro, que cuando pronuncies cada palabra tus labios tiemblen junto a ellas y un escalofrío recorra tu cuerpo removiendo cada poro de tu alma. Voy a escribir algo tan macabro, que cuando recuerdes en la noche aquella frase dedicada no puedas cerrar los ojos y una bestia te coma por dentro, desgarrando tus entrañas y haciendo que la sangre emponzoñe tu mirada, desbordando dolor, angustia, rabia, venganza… que veas pasar el tiempo, desgastando tu piel, tu vida. Que veas morir a tus personas más cercanas y queridas sin que puedas hacer nada para impedirlo. Que tus gritos no se oigan en el más absoluto silencio y la gente no se percate de tu existencia. Escribiré frases tan dolorosas que el aire que respires se encenderá en tus pulmones y arderá reduciendo a cenizas ese corazón tuyo movido por el orgullo y la mentira. Ese corazón tuyo que acabará enterrado en el más lejano de los olvidos, donde nadie pueda oirlo palpitar. Voy a escribir algo tan tenebroso que cuando vayas a dormir y te tapes con las sábanas sientas a tu lado mi respiración en la almohada y el aroma que te embriague sea el del azufre del infierno, esperando a darte la bienvenida. El aire se irá agotando y tu garganta se cerrará rodeada por una cuerda invisible que te dejará agonizando mientras lágrimas de terror descienden acariciándote la cara…y esas lágrimas…justo en ellas, se verá reflejada mi sonrisa y el brillo de mis ojos alegrándose de verte caer. Observando la triste despedida entre tu cuerpo, alma y la vida. 


domingo, 6 de octubre de 2013

Insomnios

Para cuando quieres darte cuenta, ya es demasiado tarde. Intentas deshacerte de las sensaciones y liberarte de las cadenas, pero cuánto más luchas por conseguirlo, más fuerte se hace el nudo. Tan fuerte que eres tú quién se acaba aferrando a tu ser y aproximándote a la locura más y más a cada esfuerzo que realizas por luchar contra ti mismo. Tan fuerte, que aprieta alrededor de tu cuello y acaba por dejarte sin aire. Finalmente, ya no puedes más y te derrumbas. Caes de rodillas ante la obviedad y has tenido que sangrar para darte cuenta de ello. Y, para cuando terminas por aceptar que es de esa manera y no de otra, no puedes volver atrás. Y empiezan a pasar los días y aprendes a vivir con ello. Y parece que la bestia se calma y el dolor, aunque sigue ahí, se hace más llevadero. Sabes que si alguna vez existe, esa oportunidad llegará, pero sin olvidarte de que es tu presente el que ahora cuenta y que el futuro siempre está por determinar. Al fin y al cabo, como un gran poeta dijo, ‘el mayor error del ser humano es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón’. A veces, simplemente, no vale la pena darse golpes a uno mismo. 


domingo, 25 de agosto de 2013

Alas en la oscuridad

Corría. Corría todo lo que las piernas le permitían. Sentía desgarrarse los músculos y el fuego en los pulmones con cada bocanada de aire que intentaba coger. Pero seguía percibiendo el aliento de la bestia en la nuca y sabía que necesitaría mucho más para poder escapar de aquello. Se trasladaba a través de la penumbra de aquél bosque, rezando desde sus más profundos adentros para que la luz de la luna le permitiera visualizar y esquivar los obstáculos pero fuera la justa como para que la bestia le perdiera de vista…aunque en el fondo sabía que esa última opción no era posible. Su olfato le guiaba hacia él. Olía su miedo, su angustia. La lucha interna por sobrevivir. La adrenalina recorriendo sus venas, los jadeos debidos al esfuerzo por respirar. El sudor resbalando por su frente y cayendo sobre la tierra húmeda. El ritmo de su corazón, que estaba a punto de explotar a través de la caja torácica intentando retener todo el oxígeno que le fuera posible alargando brazos invisibles hacia el cielo. No tenía escapatoria y sin embargo continuaba luchando. Hasta el último aliento.

Saltó un pequeño tronco que atravesaba el camino que recorría y le dio el tiempo suficiente para detenerse al borde de un precipicio que se abría justo delante suyo otorgándole las vistas de la luna, dueña del cielo, brillante sobre todo el firmamento, y un gran vacío…varias ramas y piedrecillas cayeron hacia abajo al asomarse para echar un vistazo. No escuchó sonido alguno que indicara el final de aquel inmenso espacio. Se giró y esperó. La bestia no tardaría en encontrarlo. Entonces, nada podría salvarlo. Sabía que ni siquiera le escucharía llegar. Sólo le quedaba esperar…y desear que el tormento cesara lo más rápido posible.


Cuando el tiempo parecía haberse detenido, observó entre la oscuridad dos pequeños brillos que le observaban. Casi podía visualizar la sonrisa triunfal de la bestia. Las tinieblas acompañaban sus pasos y cuánto más cerca estaba, más avanzaban éstas hacia el borde del precipicio. Una brisa helada se apoderó del ambiente y en cuestión de segundos comenzó a notar como el aire se agotaba a su alrededor. Las sombras ya se encontraban a sus pies y notó como una mano se alargaba hacia su camisa rasgada para atraerle hacia el interior de la oscuridad. Sin apenas ser dueño de sus actos, levantó la vista, observando cómo las estrellas bailaban en el cielo, caprichosas y tan hermosas. Como hoja que cae del árbol, con la misma suavidad que le caracteriza,  cerró los ojos y dejó caer su cuerpo precipitándose hacia el vació. Sólo necesitaba dejarse llevar para aprender a volar. 


sábado, 24 de agosto de 2013

Mares de dudas

Tal vez algún día se miren a los ojos de nuevo, esperando encontrar a las mismas personas que dejaron atrás. Naden dentro de sus miradas buscando el sentimiento que quedó allí dentro al marchar. Tal vez el brillo en sus ojos vuelva a relucir tal y cómo lo hizo el último día. Tal vez la calidez vuelva embriagarles al saberse el uno frente al otro. Quizá el corazón tiemble de nuevo y se les olvide respirar como al tiempo ordenar a los segundos avanzar. Quizá reinen los silencios pues no sean necesarias las palabras entre ellos para poderse entender. ¿Qué importa el silencio? Quizá sea muy cómodo a su lado. Quizá su aroma vuelva hacer estremecer al alma bajo la piel que irremediablemente se deja guiar para iniciar una batalla al encontrarse con su adversario… pero el destino es caprichoso e incierto y tal vez encuentren que ya no son los mismos. Que tomaron caminos diferentes a los que empezaron. Que el brillo en sus ojos ya no luce cómo lo hubiera hecho antes y que las miradas no encuentren la manera de comprenderse siendo desviadas hacia lugares ajenos para no encontrar a la persona desconocida que ahora tienen al frente. Tal vez descubran que aquello que se movía en su interior ha desaparecido y que el mundo ya no gira en el mismo sentido que solía hacerlo. Que el tiempo sigue avanzando y que las pisadas que quedaron atrás ya se borraron…aunque...quizá…  


miércoles, 7 de agosto de 2013

Tres segundos

Dame tres segundos para razonar
si es el aire que respiro, o tu mirada,
o tus dedos dibujando las palabras
que tus labios sellados callan
lo que me está matando por dentro
y arrancando de mí toda esperanza y calma.

O, si por el contrario, es la locura que me llama
desde el fondo de mi ser
la que ya no puede silenciarse ni mantenerse quieta
y necesita por todo medio salir
de la cárcel que es mi mente.
 Del razonamiento que la ata dentro de mis ideas y mi cuerpo.

Dame tres segundos para volver a la realidad
y darme cuenta  de que marchaste hace tiempo.
Que es tu recuerdo el que me queda,
y sin embargo, me da la vida,
a la vez que es un verdugo
de mi existencia insostenida
sobre las horas que pasan bajo el tic tac de cada día.

Dame tres segundos,
y en tres segundos, te entregaré la vida.





jueves, 1 de agosto de 2013

Entre callejones, humo y pensamiento

      De nuevo esa dentellada. En su interior, ese desgarro nuevamente recorriéndole de arriba abajo como si de un puñal se tratara. Y… ¿qué le iba a hacer? Aún sabiendo que era eso precisamente lo que iba a suceder, volvía. Cada acción lleva su consecuencia, al fin y al cabo. Era dueño de sus actos. Podría evitarlo, tomar otro camino. Pero no lo hacía y seguía haciéndose sangre una y otra vez. Estúpido. Se lo repetía cientos de veces. Y sin embargo ahí seguía. Quizá se había acostumbrado tanto a aquella sensación que no quería abandonarla. Quizá…quizá simplemente era que era estúpido, sin más rodeos.

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      Dio una calada al cigarro y contempló cómo iba consumiéndose al mismo tiempo que dejaba que el humo tomara libertad al salir de entre sus labios. Consumiéndose… al igual que él por dentro. Con el mismo fuego y lentitud. ‘Tal vez encuentre la libertad al final, como la halla el humo’, pensó. Cuánta palabrería se le pasaba por la cabeza en sus paseos nocturnos. Le agradaba pensar mientras caminaba. Dejar el pensamiento fluir al compás de la brisa que acariciaba su rostro. Dejar que las ideas se escampasen a medida que daba pasos hacia quién sabe dónde. Eran como notas musicales bailando en su cabeza. ¡Cuánta inspiración! ¡Las estrellas, la luna, el cielo apagado sin el reinado del sol! Y tal vez, la tinta de aquellas palabras era la sangre de las heridas que él mismo se provocaba. Claro…ahí estaba la solución al círculo vicioso que recorría una vez, y otra, y otra… Pensó que, si no fuera por esa sensación, no sentiría nada dentro de sí. ¿Vacío? Podría ser. Y sin darle más vueltas, volvió a su habitación para perderse entre las teclas de la máquina de escribir que, como casi todas las noches, le esperaba al término de sus salidas nocturnas para poder liberar ese trocito de su interior. Esa pequeña parte de él. 


miércoles, 17 de julio de 2013

Entre plumas y nubes

      Miré hacia arriba y los observé. Allí, en lo alto, formando figuras en el cielo y bailando con las nubes como si de una celebración se tratase. Y…¿qué era, sino una celebración? Las hojas de los árboles querían bailar con ellos y el roce de unos cuerpos con otros se transformaba en la melodía que daba banda sonora a aquel espectáculo. El Sol, que también observaba desde lejos aquel conjunto de movimientos gráciles, ligeros y veloces, comenzaba a dar paso a la Luna, celosa de aquella visión, y se escondía por el horizonte otorgando al cielo un suave brillo anaranjado que no hacía sino complementar la escena. Todo en conjunto era capaz de dejar sin palabras hasta al más experto orador y al diccionario más completo. Y allí me encontraba yo. Observando el cielo, sentado en un banco, perdido entre alas. 


domingo, 7 de julio de 2013

La búsqueda

Ya no escribo como entonces.
No sé qué ha pasado en mi interior
que algo me falta, no sé el qué,
perdido entre versos que abandoné.

Las palabras ya no salen,
está sellado el sentimiento.
No entiendo el por qué, ni cuándo, ni cómo, ni quién
ha sido culpable de tan terrible tormento.

No me di cuenta, y ahora mírame.
Con la mirada perdida sobre el blanco del papel
y el pensamiento vagando entre laberintos
que ni si quiera pertenecen al pasado.

Y yo perdido en ellos sin saber bien qué sucede.
Pensaba que no volvería a caer (¡iluso de mí!).
Que la coraza que vestía era indestructible.
Pero todo ha sido una ilusión, un montaje al parecer.

Debo encontrar de nuevo el camino,
el sendero que me lleve a todo aquello que escribo.
Las sensaciones que me abordan, encontrarlas de nuevo,
Dentro de mí, en mi corazón que late demostrando que estoy vivo.

El sudor en la almohada al despertar.
El alma deambulando sin saber dónde parar.
Los ojos abiertos en la madrugada que se niegan a cerrar,
como las heridas que siguen sangrando y no terminan de cicatrizar.

Si supiera por dónde empezar la búsqueda...
Pero ni si quiera sé qué me falta,
qué es lo que necesito para volver a retomar la tinta
entre mis manos y dejar que baile libremente al son del sentimiento.

Y seguiré, mientras tanto, mirando al folio en blanco.
Exigiéndole respuestas que seguró no tendrá.
Preguntándole qué o quién se apoderó de mi esencia.
Preguntándome qué me falta para volverme a liberar.

viernes, 28 de junio de 2013

Sin destino

Caminaba. Simplemente caminaba sin saber exactamente hacia dónde conducir sus pasos. Dejaba que la brisa nocturna y la luna reinante en el cielo le guiasen hacia un destino desconocido. Caminaba notando la humedad en el rostro. Miraba hacia el cielo buscando respuestas en las estrellas, pero no hallaba ninguna. Todas estaban posadas allí, en las alturas, con un brillo burlón cobarde que acechaba desde lejos. No sabía exactamente qué le sucedía, dónde quería ir a parar, lo único que podía afirmar con certeza era que no quería volver a casa. No quería volver a cubrirse bajo las sábanas frías que todas las noches envolvían su cuerpo y no hacían más que enfriarle el alma. No quería cerrar los ojos y soñar otra vez. Soñar…viajar a ese mundo paralelo como todas las noches para volverse a encontrar con una realidad que existió, pero de la cual ya no quedaba nada. Una realidad que ya nunca volvería a formar parte de su vida. Sonrisas y momentos que en su tiempo hicieron que se estremeciese cada poro de su piel. Y ahora, sólo podía sentirlo en la memoria. Fantasmas del pasado que todas las madrugadas iban a visitarla para recordarle que ella no pudo lograrlo. Que ella estaba destinada a vivir en aquél lugar atormentándose eternamente por no haber traspasado la barrera. Atormentándose eternamente por no haber actuado a tiempo. Por ser una cobarde. El sonido de los disparos aún retumbaba en su corazón al son de sus latidos. Un corazón que ya no era más que escarcha y soledad bañado en un charco de sangre. Y solo le quedaba caminar…caminar sin ningún rumbo, hacia ningún lugar…caminar…

jueves, 20 de junio de 2013

Recuerdos

'De esas cosas de hace tiempo que te vuelves a encontrar y vuelves a leer. Vuelves a leerlo, te miras a ti mismo en ese mismo instante haciendo un breve recorrido a lo largo del tiempo y simplemente, sonríes'.

A veces, las personas necesitan cambios. No necesariamente cambios materiales. Me refiero a cambios interiores. Cambios con uno mismo. Vale la pena echar la vista atrás y recapacitar sobre todo lo vivido. Sobretodo cuando notas que la vida, su orden y organización, se te escapa de las manos. Reflexionar sobre todos los fallos cometidos sin olvidarnos de los aciertos y las victorias conseguidas. Pensar en qué fallos volverías a cometer y cuáles no dejarías que volvieran a suceder. Poner una balanza y apoyar sobre ella cada una de las experiencias vividas. Elegir caminos. Tomar decisiones que puede, o no, sean las más acertadas. Pero necesariamente debemos decidir; cada persona tiene un libro propio que sólo ella puede ir escribiendo a medida que toma decisiones. Nadie debe decidir por nadie; nadie debe escribir una historia que no le corresponde.
Puede que un simple candado no cambie nada, pero se necesita algo que te recuerde lo que eras y lo que eres ahora. Todo lo vivido queda encerrado en una simple señal, una imagen, un recordatorio. Y a pesar de todo, el dolor no mata. Te enseña. Te fortalece.
Aún así, debemos seguir escribiendo nuestro libro, y como me dijeron en su momento:
                                                             ''Todos los días sale el sol.''



martes, 11 de junio de 2013

Tiempo de escribir

Es tiempo de escribir. De dejar que mis pensamientos se deslicen por el borde de los dedos fluyendo con los movimientos que provocan que la tinta dibuje formas sobre el papel. La tinta que quiere ser sangre y la sangre que no quiere reconocer que no encuentra ya razón alguna para volver a sentir ni volver a ser lo que solía ser.

Ser…y yo soy un simple mortal encerrado bajo un cuerpo que funciona como un juego de engranajes que no paran de rodar. Y chirrían…chirrían con cada vuelta porque el óxido los gasta a cada paso que mi mente ordena dar. Y los pasos que no llegan nunca a su destino, que no tienen ningún lugar al que dirigirse, ningún lugar sobre el que orientarse y sólo queda caminar…caminar sin saber nada.

¿Y qué sé yo sobre la vida, si no es más que caminar? Que la vida es más que el agua que me inunda por dentro y en la que ahogo mis penas para transformarla en vino y dejar que recorra mis venas para terminar en el olvido.

Y el olvido me recuerda cada día que no puedo despertar con los ojos abiertos. Que me pierdo entre tinieblas cual sombra en la oscuridad y no encuentro el resquicio de la puerta por la que la luz haga de guía y escapar…y cierro los ojos escuchando a mi reloj imitando esa gota de la ducha que no cesa de caer…marcando el ritmo, lentamente…hasta que finalmente alguien llega para cerrar bien el paso, y como tal…mi tiempo se para, y con él, pensamientos que la tinta dibujaba en el papel.


jueves, 6 de junio de 2013

¿Causa de casualidad?

Maldita casualidad de la vida, o causalidad desconocida. Ya no sé a qué se debe cada momento y acontecimiento. Cómo en tan poco tiempo ha venido el pasado a devolverte con un puñetazo los hechos del ayer. A saludarte, por si de él te habías olvidado. Cómo el mundo da vueltas y más vueltas, pero al final todas resultan ser sobre el mismo eje para acabar dónde empezó. No hace falta que actúes, no hagas nada, todo lo verás pasar ante tus ojos y te arrancará los pies cada vez más de la realidad. Algo sin relación alguna de repente se ve conectado con todo como la formación de un esquema de enlaces interpersonales que no tiene fin. Acabar pensando sobre si todo está planeado por eso que algunos llaman ‘destino’. Yo seguiré aferrándome al término ‘casualidad’. Y aferrado a él seguiré caminando, a ver con qué más me puede sorprender a lo largo del camino.  Dejemos la causalidad para otras situaciones.


sábado, 25 de mayo de 2013

Si tú me dices ven...

Si tú me dices ven… lo dejo todo.
Los recuerdos, las caricias, los besos y miradas,
sensaciones, momentos y palabras…
Lo dejo todo atrás para no volverte a ver.

Si tú me dices ven…lo dejo todo,
dice aquella canción.
Pero tus secretos no los quiero,
ni tu compañía ni el calor
ni unir mi alma con la tuya,
ni tu olor en mi colchón
otorgado por la rebeldía de tu pelo sobre la almohada.

Si tú me dices ven…
Me haré el loco, el sordo,
cerraré los ojos para pasar de largo
y perderme en el tiempo que todavía me queda.
No encontrarme con tu mirada en el camino
ni encontrarme con mentiras que me aten,
ni sentimientos artificiales de culpabilidad y castigo.

Si tú me dices ven…lo dejo todo…
Y ahora  que en mí no hay nada,
ni nada queda de quién creí amar,
que el vacío sustituye todo espacio entre tu vida y mis pupilas,
y los latidos que por ti bailaban se tornaron mudos
bajo el manto de piel que pretende ser coraza
y se queda en un triste disfraz…

Ahora que todo lo dejé…
No importa que digas ven.

Mis pasos los dirijo allá dónde tú no estés.

miércoles, 8 de mayo de 2013

De vaivenes y miradas


         Me gusta sentarme en el asiento interior, cuando voy en autobús. El pasillo me resulta demasiado abierto, me descubre ante un grupo de gente desconocida, me agobia, me hace sentir inseguro. Prefiero pegar la mirada a través del cristal y observar. Observar el paso de las cosas, o como el autobús pasa delante de las cosas…cuestión de perspectivas. Observar cómo el cielo sigue permanente en su lugar, y sólo algunos días se puede apreciar el suave movimiento de las nubes sobre la cabeza y el vuelo de los pájaros entre árboles urbanitas que desprenden electricidad. O cómo los días de tormenta las lágrimas del cielo se estrellan contra la ventana intentando derrumbarla con su transparencia. Y me gusta por un momento voltear la mirada y observar a todas esas personas que me rodean. Y al observarlas, sus facciones, sus miradas, no puedo evitar preguntarme ‘¿Qué estarán pensando? ¿Qué destino llevarán y por qué? ¿Por qué esos gestos y miradas vacías sin emoción? Miradas apagadas o escondidas bajo gafas de sol que no dejan entrever nada…’ Pero tarde o temprano vuelvo a sumergir mi propia mirada en el paisaje que me ofrece la ventana y el vaivén del autobús tomando cada curva desafiando la estabilidad de la calzada va adormeciéndome más y más hasta que, finalmente, mis párpados se rinden ante la persuasión de ceder para cerrarse el uno sobre el otro y el paisaje acaba apagándose para dar paso a los paisajes de tierras de Morfeo en compañía de mis preguntas…tantas preguntas…lamentablemente, el trayecto es demasiado corto como para encontrar respuesta alguna. 


lunes, 29 de abril de 2013

Conversaciones con el espejo

A ti.

Sí, a ti.

Al que se sienta frente a la ventana con un cigarro entre los dedos observando cómo el humo trepa hacia el techo desafiando a la caída del sol.
Al que mira, mientras espera, el movimiento cíclico e incesante de las manecillas del reloj.
Al que se pierde entre pensamientos durante las horas de trabajo y al terminar vuelve a la cruda realidad, rodeado de gente que simplemente camina.  Camina por aquí, camina por allá, hacia todas partes y a ningún lugar.
Al que se mete la mano en el bolsillo esperando algo que encontrar y al sacarla no hay más que esperanza mezclada con migajas de pan.

Sí, a ti.

Al que el sol maltrata la piel y el sudor baña sus sueños deshaciéndolos como el agua sobre el papel.
Al que cierra los ojos por la noche esperando haber estado dormido todos estos años creyendo estar despierto.
Al que alza la voz entre la gente, pero nadie escucha, nadie oye, nadie entiende.  
Al que calla, observa, escucha y aprende.
Al que sabe que la victoria sólo llega si sabes ser paciente.
Al que aprendió que la vida son dos días y el primero está llegando a su final.
Al que reconoce que el tiempo es el único juez que pone cada cosa en su lugar, sentenciando a todos y cada uno sin miramientos, sin piedad.

Sí, a ti.

Al que lleva tatuadas en su alma lágrimas por haber amado. El mismo al que un día aquella princesa por la cual luchó, fue a su vez un fiero dragón.
Al que trataron de loco, de embustero e impostor.
A aquél que ha perdido el rumbo de sus pasos. Debe saber que no está atado, que es libre. Que no tiene ningún destino fijado.
Al que encuentra en la botella a su amigo más amado y al que la nieve más fría no le llega por el invierno más cerrado.
Al que la primavera la sangre ya no altera, y al que hasta el caramelo más dulce le sabe amargo y no le calma la sangre ni el más cálido de los abrazos.

Sí, a ti…

A ti, que escuchas mis palabras, querido amigo.
Que no somos tan diferentes al fin y al cabo.
Que tu mirada me dice que recorriste largo camino, que te cruzaste con piedras, charcos y algún que otro enemigo.
Que entablaste batallas de las que saliste malherido, espada oxidada y corazón de piedra partido.
Pero el dolor no mata, te hace más fuerte, querido amigo.

Así que a ti, sí, a ti, te dedico estas palabras.
Dónde quiera que te encuentres.
Sin importar horizontes, ni barreras, ni distancias.
Sin importar quién seas realmente, porque sé que me basta con sentir que estás presente.
A ti, querido amigo, sigue avanzando, paso a paso, sonriente.
Recuerda que la lluvia, nunca cae eternamente.


miércoles, 24 de abril de 2013

Con la cabeza en las nubes


Soy un hombre de las nubes.
De tan alto mundo vengo,
que mi mente en las alturas queda
mientras el cuerpo en tierra mantengo.

El cuerpo, mi coraza.
Una armadura temporal
desgastada por el tiempo.
Es un reflejo a liberar.

Mas yo vivo al otro lado,
lejos de la humanidad.
Si miras hacia arriba
tras las nubes suelo estar.

Sobre el viento cabalgando,
lanzando ideas al cielo.
Las coloco una a una
Cual estrella en firmamento.

Vuelo al sol sin miedo alguno
de quemarme con su aliento,
pues su luz hace de guía
mientras calma mi tormento.

Y en las noches de tinieblas
es Selene quien me acuna.
Bella reina de los cielos.
Ella vence mi amargura.

Y mientras mis pies me llevan
sobre un mundo terrenal,
paso a paso en un camino
hacia irremediable final.

Mi alma y mi pensamiento
no se dejarán atar
en esta tierra en que caído,
bajo este ser material.

Seguiré soñando despierto.
Seguiré soñando hasta el fin.
Seguiré soñando que vivo.
Que vivir sin soñar es morir. 


domingo, 21 de abril de 2013

Memorias de una mañana cualquiera


Esta mañana abrí los ojos justo después de que el despertador que se encuentra encima de la mesita de noche se pusiera a berrear y a soltar pitidos a las seis y media de la mañana. El esfuerzo que mis párpados han tenido que hacer para poder levantarse no se puede comparar ni con la fuerza que hacen esas moles con piernas que adoptan posturas extrañas delante de un jurado. Sí, sí, eso que llaman ‘Culturismo’ (cultural desde luego…no me parece. Pero vete tú a saber). Tras conseguir abrir los ojos y enfocar la mirada (ardua tarea para mi cerebro), comencé a pensar que sería buena idea destaparme y salir de debajo de aquel batallón de sábana, manta y edredón que irremediablemente ganaban siempre la batalla al caer la noche y, cómo no, durante algunas horas del día. Claro que del pensamiento a la acción hay un largo camino. ‘Cinco minutos más…’ me repetía incesantemente la querida voz de mi pensamiento. Menos mal que para cuando quise cerrar de nuevo los ojos y dejarme envolver por los brazos de Morfeo, el despertador se encargó de que fuera imposible hacerlo. En serio, si pudierais oír esos pitidos infernales os aseguro que sabríais a qué me refiero con ‘imposible’. Y si no, decídselo a mis vecinos (recuerdo una vez que cometí el despiste de dejar el despertador en marcha una vez hube salido de casa. Cuando volví me encontré con una nota en la puerta con las quejas de mis queridos vecinos).

Me destapé con un rápido movimiento, una agilidad impropia de tan temprana hora de la mañana, estiré el brazo para apagar aquél monstruoso aparato eléctrico lanzaberridos y, al fin, me levanté. ‘No ha sido para tanto’, pensé.

Fui directamente al baño a darme una ducha con agua caliente para empezar a poner a tono el cuerpo. Al entrar dentro del aseo, una cara pálida, con los ojos entrecerrados, pelo desmarañado y expresión zombificada (no encontraría mejor adjetivo para definirla) me saludó con la mirada desde el otro lado. Los espejos no sacaban el mejor lado de mí, y menos aún a primeras horas de la mañana. Me desvestí, abrí la mampara y dejé que cayera el chorro de agua caliente sobre mi cabeza. Mientras el agua caía sobre mi rostro y el vapor subía hacia lo más alto, mis pensamientos comenzaron a querer irse junto a éste, al igual que mis párpados querían seguir la dirección descendente del agua, capricho que no les pude negar.

Pensé en cómo suponía que iba a ser mi día: saldría de casa y tomaría el bus para dirigirme a la oficina. Llegaría y después de sentarme tras mi escritorio Jorge me pasaría todo el papeleo de informes a rellenar y así transcurrirían diez preciadas horas de mi vida. Con la vista perdida entre papeles, con el tiempo justo para apenas comer o salir a fumarme un cigarro y recibiendo o realizando llamadas a clientes de la empresa con la finalidad de asegurar un contrato. Si ahora viniera desde el pasado a visitarme mi yo de siete años, seguramente me odiaría por estar trabajando en un puesto así. Aunque bueno…mi yo de siete años en aquél entonces quería ser bombero, astronauta, superhéroe…ya sabéis, esas cosas que a todos los niños nos gustaría ser de mayores y que, a día de hoy, ni si quiera las dejaría como opción al aburrimiento (¿aburrimiento? ¿Tengo tiempo para algo así?). La verdad es que volar nunca se me dio bien. Creo que debería intentarlo más a menudo.

Salí de la ducha y me envolví en la toalla. Miré hacia el espejo. Mi cara mejoraba por momentos. Volví a la habitación, abrí el armario y paseé la mirada entre las camisas debatiendo mentalmente cuál sería la elección de hoy. Opté por una camisa azul grisácea. Debo admitir que era una de mis favoritas, con sus botones azulados un tanto más oscuros que el tono de la tela. Tela gris como el cielo de aquella mañana. Sí, definitivamente era la correcta.

Ya vestido me dirigí hacia la cocina, encendí la cafetera y esperé a que el botón se volviera de color verde indicando que el café estaba listo para ser servido. Pulsé el botón. Un chorrito de café espumoso caía hacia la taza que se encontraba colocada en la cafetera elevando un aroma que llegaba perfectamente a mis fosas nasales. Aroma que consiguió definitivamente poner mis sentidos activos. Podrían quitarme muchas cosas del desayuno, pero el café es algo que no podría permitir estar ausente en el menú matutino. Disfruté todo lo que pude de cada sorbo, pues el hecho de mirar al reloj y darme cuenta de que había perdido demasiado tiempo sumido en pensamientos nada productivos para aquella mañana me obligó a beberme el café más deprisa de lo que me hubiera gustado.

Llaves en el bolsillo. Móvil encendido a la espera de llamadas. Última mirada al espejo y sonrisa enfundada. Sonrisa que debía enmascarar cualquier otro tipo de emoción en toda la jornada. Apagué las luces y cerré la puerta tras de mí con un portazo. 

Sumemos un día más.



martes, 9 de abril de 2013

Pinto colores

Debo admitir que últimamente estaba escribiendo con tonos muy oscuros. Cada vez más, cosa que al final me empezaba a preocupar un poco. Así que no sé muy bien cómo, he comenzado a pensar y a darle vueltas al asunto para finalmente acabar encontrando un poquito de claridad en mi mente. Un poquito de esa alegría y esperanza que a veces cuesta sacar a relucir, pero que debería brillar todos los días y más las noches para que la oscuridad no nos engañe y envuelva (a veces resulta demasiado persuasiva). Esta alegría me ha venido a la mente en forma de Plastidecor. Sí, de colores con los que pintábamos la mayoría cuando éramos pequeños y, no sé,  de alguna manera me he imaginado pintando todo aquello que me entristece de colores, pero también todo aquello que consigue sonsacarme una sonrisa. Sacando el mejor lado de las cosas, tanto buenas como malas y aprendiendo a pintar el camino a tu gusto...

Pinto colores

Me dedico a pintar colores
allá por dónde mis pasos dibujen un camino.
Pinto colores de sonrisas,
pero también de lágrimas y olvido.

Pinto colores de amplia variedad:
Colores de alegría, de euforia y soledad.
Colores de recuerdos, de canciones y de paz,
de dormirnos abrazados y escuchar tu respirar.

Pinto colores oscuros
en tus pupilas cuando no miras;
Pinto colores claros,
cuando la risa me ilumina.

Pinto colores en aire, fuego, tierra y mar,
mas aún así me parece que
los cuatro elementos son pocos
para tanto que debo pintar.

Pinto colores  de ilusión, simpatía y amabilidad.
Pinto colores mezclados a base de bondad.
Pinto colores que sólo contengan verdad.

Que la mentira no es pintura.
Que tan solo lleva maldad.
Y la maldad no pinta nada,
no pinta nada la oscuridad.



lunes, 8 de abril de 2013

La bestia

Viene a visitarme todas las noches, cuando cierro los ojos e intento dormir. Se acomoda en mi cabeza y se niega a salir hasta que el primer rayo de sol asoma por el horizonte y atraviesa mi ventana disfrazado de esperanza. Esperanza que siempre acaba cuando se inicia el reinado de la luna y vuelve a mí otra vez. Noches de desvelo sumido en pensamientos que conquistan la isla de mi mente y no puedo defenderme ni contraatacar para evitarlo. Flotas de pesadillas que abordan cada orilla de mí. Gran estratega que consigue acabar conmigo día tras día, poco a poco, y si miro de reojo puedo ver su sonrisa asomar con  un tono de sarcasmo que hace relucir mi rabia interior. Las sombras me arropan y acaban formando parte de mi piel y sé que, noche tras noche, la bestia de apropia cada vez más de mí mismo y dentro de poco acabaré sucumbiendo a ella, transformándome finalmente en el monstruo que ahora mismo me devora. Pero, ¿quién sabe? Quizás haya llegado el momento de dejarse dominar por él. Quizás sea la fuerza que necesito para poder salir vivo de esta batalla. Quizás...pero por ahora, no pienso pararme a averiguarlo.

viernes, 5 de abril de 2013

Yo soy caballero de chubasquero

...¿y dices que vivo bajo una armadura? Creo que te equivocas. La armadura recibe golpes, se daña y se desgasta con el paso del tiempo. Corre el riesgo de romperse. En cambio, yo, vivo enfundado en un chubasquero, sobre el cual, todo resbala. Es así como logro llegar al final de cada día.

jueves, 4 de abril de 2013

Cuestiones a la nada

Dulce oscuridad, 
que me atrapa y me condena
arañando con tus garras
cada trozo de mi alma en soledad.

Dulce manto sombrío,
¿cuánto tiempo más a tu lado
necesito para darme cuenta
de que la vida no es más;
que sin ti no existo?

Y dime, 
¿cuántas lágrimas secas al aire
han de derramar mis ojos
para darte a conocer que mi mundo
ha sido destruido bajo el peso de tu olvido?

¿Cuántas palabras cegadas 
han de quedar en mi boca?
Pues cuando en tu presencia caigo
ni en mi existencia confío.

¿Cuántas heridas me bastan
para dejar de sangrar?
Pues tus mordiscos de rabia
en mi armadura de indiferencia dañada
tras todo este tiempo no acordaron tregua alguna.

Y, ¿cuántos suspiros me quedan por dar?
Porque mis fuerzas, y con ello,
mi fe y mi voluntad, 
empezaron ya  a perderse, 
terminando por ahogarse
en ese mar que al olvido llaman.
Seguramente en breves, dejaré de respirar. 


martes, 2 de abril de 2013

Cómo tallar madera -o lo que cada uno quiera entender-.


          Empezaremos por coger el trozo de madera que vayamos a tallar. Un trozo de madera que se nos ha asignado a cada uno con este fin. Sólo tenemos este trozo de madera, no tendremos ni uno más. Usando una navaja bien afilada vamos redondeando los bordes, recorriendo toda su superficie con suavidad pero firmemente, dejando que la hoja de la cuchilla se desplace cortando con todo lo que en su paso se cruce, teniendo cuidado de quitar cada astilla que encontremos en el camino para no clavárnosla en la mano. Seguramente a alguna no le prestemos atención y acabe atravesando nuestra piel. Si esto llegara a suceder, basta con retirar la astilla clavada, lavar bien la zona afectada para desinfectarla y ella misma cicatrizará con el tiempo. Seguimos dándole la forma a nuestro trocito de madera. Cuando hayamos obtenido la forma deseada (cosa que nos llevará nuestro tiempo, a unos más que a otros) pasaremos a darle los detalles más puntuales. Pequeños detalles que harán que nos sintamos completamente satisfechos con nosotros mismos al contemplar la figura creada. Terminamos de retirar las astillas que hayamos podido pasar por alto y pasamos a limar la pieza para eliminar todas las impurezas y que quede lo más lisa posible. Lo más seguro es que hayamos quedado un poco accidentados en este trabajo por las heridas de las astillas y el roce con la madera continuo y puede que las manos queden un poco dañadas. Es importante hidratarlas bien. Para cuando se recuperen, estarán fortalecidas. 
Tal vez puedan ahora con la piedra.   

lunes, 1 de abril de 2013

Presentación - La Dama


Supongo que con esta entrada debería presentarme y hacer una breve introducción a lo que viene a ser el blog, cosa que, debo admitir, nunca se me dio especialmente bien. Bueno, soy un chico de 21 años que por motivos personales vuelve a encontrarse de nuevo con la lectura y el gusto por escribir. Hacía tiempo que no volvía al mundo de las letras. Por alguna extraña razón no podía escribir ante el folio en blanco, y tampoco encontraba la motivación necesaria. Ahora vuelve a surgir. 
Volviendo un poco al contenido del blog, pretendo escribir experiencias, pensamientos, relatos cortos y poesía. No considero que aquello que escribo esté hecho para satisfacer al lector...no completamente al menos. Podría decirse que escribo en cierto modo para mí, aunque me gustaría compartirlo con los demás. Es algo que siempre me ha ayudado a pensar, a expresar lo que siento aunque deba ser entre metáforas, fábulas e historias (la claridad es algo que estoy empezando a desarrollar ahora a la hora de decir las cosas). Espero que aquellos que encuentren, ya sea por casualidad, ya sea por otras vías, estos escritos, puedan sentirse en cierto modo conectados a ellos (a mí), y que, si de algún modo ayudan a guiar los pensamientos, o tal vez a perderlos-quién sabe-, con eso, quedaré satisfecho. Gracias.



LA DAMA

Le miro. Le miro mientras sus labios dibujan siluetas de palabras cuyo sonido no llego a percibir. Le miro y me devuelve la mirada. Mi respiración va perdiendo fuerza y suavemente va quedando en un leve suspiro a cada espiración. El brillo de sus ojos queda tatuado en mi pupila y la habitación no se queda más que en una sombra a mi alrededor únicamente formada por los latidos de mi corazón, que sospechaba no tardaría mucho en detenerse si seguía latiendo a aquél ritmo frenético. El tiempo se detiene mientras ella le desafía con su grácil movimiento y su manera de apartarse el pelo de encima de los hombros. Afortunados ellos que pueden notar su tacto día y noche, noche y día. Sigo perdido en su mirada, atendiendo a cada movimiento, a cada gesto, a su voz, que no a sus palabras. No soy capaz de centrar mi atención en enlazar dos de éstas juntas para formar una frase coherente. Ella cruza las piernas sentada y cambia de posición. Apoya la mano derecha sobre la mesa mientras con la izquierda sostiene su rostro y, mientras se aproxima ligeramente apoyando su peso sobre la mesa, su aroma llega fugazmente a mí, a cada resquicio de mi interior, una sola brisa es suficiente, e inevitablemente quedo intoxicado por esa dulce droga… me pregunto si todo esto no es fruto de un sueño, una ilusión, mi imaginación jugándome una mala pasada...sé que no puede ser irreal, pero siento que se acaba. Que ese momento llega a su final y no tengo el valor suficiente para mirar el reloj y apartar mi estrecha vigilancia de su presencia por si cuando vuelva a levantar la mirada ella ya no se encuentra allí y desaparece. Pero la lógica, con su gran peso y maldad, me habla y sé que por mucho que intente mantenerla allí presente, el tiempo no se ha parado, ni la Tierra ha dejado de girar, y que de un momento a otro la puerta se abrirá, me levantaré de la silla, me despediré de aquella dama que desafía las leyes físicas de mi realidad y, con una sonrisa que oculte mi verdadero pesar a la despedida, dejaré cerrada una puerta tras de mí que, quizás, no vuelva a abrirse nunca más.